La mitad borrasca: el infinito, Atxaga, Borges, Baudelaire

Encuentro en Atxaga, en Alfabeto francés en honor de Jorge Luis Borges que leo en Alfabeto de las pulgas y otros textos sueltos,  un comentario: «Recuerdo una afirmación de Baudelaire. Dijo que bastaba una milla de mar para darnos una idea del infinito; que esa milla de mar era un infinito virtual». En Internet unos minutos me alcanzan para suponer que la idea es la que propone en sus diarios, encuentro en Journaux intimes: «Pourquoi le spectacle de la mer est-il si infiniment et si éternellement agréable? Parce que la mer offre à la fois l’idée de l’immensité et du mouvement. Six ou sept lieues représentent pour l’homme le rayon de l’infini. Voilà un infini diminutif. Qu’importe s’il suffit à suggérer l’idée de l’infini total? Douze ou quatorze lieues (sur le diamètre), douze ou quatorze de liquide en mouvement suffisent pour donner la plus haute idée de beauté qui soit offerte à l’homme sur son habitacle transitoire». Más o menos:  «¿Porqué el espectáculo del mar es tan infinita y eternamente agradable? Debido a que el mar ofrece al tiempo la idea de la inmensidad y del movimiento. Seis o siete leguas representan para el hombre el radio del infinito. Un infinito en pequeño. ¿Qué importa si basta para sugerir la idea del infinito total? Doce o catorce leguas (el diámetro), doce o catorce de líquido en movimiento bastan para dar la idea más alta de la belleza que se le ofrece al hombre en su habitáculo transitorio».

La legua francesa medía 4,44 km,  la milla náutica  equivale a 1 852 metros. Atxaga nos reduce el tamaño de la muestra necesaria para acceder a la experiencia del infinito, seis o siete leguas serían «unos treinta kilómetros», una milla de mar «un par de kilómetros» en la paráfrasis de Atxaga. Así el infinito aparente que nos permite experimentar la idea del infinito real se reduce. El radio de la experiencia del infinito es la distancia entre el observador y el horizonte, para que el horizonte se encuentre a unos treinta kilómetros hace falta observar el mar desde bastante alto, desde unos setenta metros. Sentados en la orilla del mar el horizonte se nos ofrece a un par de millas de distancia. Atxaga mira desde la playa, Baudelaire desde un acantilado, hay una distancia suficiente para contener una representación de todo, pero no un Aleph. Borges dejo escrito en su soneto El Mar de El otro, el mismo : «Quien lo mira lo ve por vez primera,/ Siempre. Con el asombro que las cosas/ elementales dejan…».

Parce que la mer offre à la fois l’idée de l’immensité et du mouvement; enorme y en movimiento: Con el asombro que las cosas elementales dejan. La naturaleza ama el ocultarse nos dijo Heráclito, este mundo, el mismo para todos, no lo hizo ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que ha sido eternamente y es y será un fuego eternamente viviente, que se enciende según medidas y se apaga según medidas.  Vicisitudes del fuego: primeramente, la mar; de la mar, la mitad tierra, la mitad borrasca.