Páramos sin glamour

El mar tiene como más glamour, el mar, la mar, es «sexi», los páramos, los territorios yermos, las amplias tierras secas, se nos antojan desabridas. Pero no es así, es sólo un problema de tiempo. Las olas y las mareas son comprensibles porque podemos encontrarles el ritmo, sentirlo. Las grandes cuencas sedimentarias son más complicadas, no hay forma cómoda de sintonizar sus frecuencias. Si sopla el viento, y es primavera, puedes aferrarte a las amplias ondas en los campos de cereal, trigales y cebadas simulan un orden humano de ballet, pero es mentira, una suerte de truco del viento. Así que tras un madrugón imposible e inhumano intenté sintonizar el ritmo del paisaje sin demasiado éxito hasta que, obligado, entendí que la relación entre las pequeñas aves pardas, trigueros y calandrias, y los pájaros más espectaculares, las carracas azules o los verdes abejarucos, las imponentes águilas, es la misma que la del mar frente a las estepas, cuestión de propaganda.

Triguero (Miliaria calandra), secanos de Lleida mayo 2013

Triguero (Miliaria calandra), secanos de Lleida mayo 2013