Las dos orillas: Gainsbourg y Hendrix

(…) qui peut savoir jusqu’au fond des choses est malheureux (…) (Serge Gainsbourg). El himno francés ofrece un claro mensaje ¡protegéos!; «y ahora ya sin bárbaros ¿qué será de nosotros?» nos advierte Cavafis. Un catenaccio nacional. Pero cuando un francés serio, francés, lo retoma, entiendes que no es la interpretación lo que señala, es el estilo. El himno de otros estados no es el grito de ¡aguantad!, aunque Gainsbourg lo susurre en un rap avant la lettre, es el final de la película, sólo se puede cantar si imaginas que te sobreimpresionan unos títulos de crédito mientras te desgañitas «… ¡la bandera sagrada!…» Hendrix no lo entiende y al no ver los fuegos artificiales (quizás ya no confía en Dios) él mismo los genera. Gainsbourg quizás no crea en los himnos y al recitarlos, sin impostación, reduce el suyo propio a nada, Hendrix no sabe que cree en los himnos y mientras lo aborda lo reconstruye. Quizás todo el problema se reduzca a si quieres ser Serge o quieres ser Jimi.