Día vigesimocuarto

«Día 24 del Apocalipsis y de San Hegesipo, estaba buscando entre los santos del día un santo menor porque hoy es también la celebración de San Juan Bautista de la Salle que me parece mucho santo para estas humildes prédicas, y esa búsqueda de santos menos famosos me ha llevado a pensar en los poetas menores, mínimos, ocultos, autoeditados. En el prólogo a su libro de 1985 Los Conjurados, Borges nos dice “No hay poeta, por mediocre que sea, que no haya escrito el mejor verso de la literatura, pero también los más desdichados”. Afirmaba que la belleza es frecuente y que su hallazgo no es improbable, incluso pidió perdón en el prólogo a otro de sus libros de poemas, ahora no recuerdo cual, por sus versos felices ya que todo poeta es capaz de escribir versos hermosos y maravillosos, él se sentía mejor por la calidad media del resto, de los versos menos brillantes. Tengo unos cuantos libros de poemas comprados directamente al autor o encontrados en bares, en rastrillos, pero entre ellos uno me cae especialmente bien».

Día vigesimocuarto

«Alfonso, alguno de vosotros lo conoce, era la persona que llevó unos cuantos años el bar de la fuente de Castrojeriz en verano. Este libro lo publicó en 1988 y lo vendía él mismo.
Como poeta es inenarrable, “Allá zumbaban los chopos por el camino de Abella, zumbaban, que reina es ella, porque los chopos lanzaban entre ramas desechos, flechas de punta a los pechos”, o algo así, cito de memoria. Si nos atenemos a Borges alguno de sus versos será el mejor verso de la literatura».

Día vigesimocuarto

«Te beso porque tus pechos
se los dejaste a los niños
y un día se te perdieron
apareciendo entre cañas
sujetados por mariposas
contándote los dedos y
haciendo andar tu corazón
tan suave que las alas
aplaudían como humo.

Te beso porque te amo
en un invierno de un poeta
que parecen dos
como el agua de un jueves
que revienta pucheros
y llena las arrugas de los viejos
de dulce miel y después
las abejas se suicidan
en el pilón más cercano».

La despedida habitual.