Día trigésimo quinto

Día 35 del Apocalipsis, día de San Hermógenes, un inmigrante magrebí al que dieron matarile a mediados del siglo IV en Extremadura (tierra de conquistadores); sexto día de la octava de Pascua.

«Desde Miranda se ve Esmelle todo alrededor, el castillo de Belvis, la fraga de la Sierpe, la laguna de los Cabos, y de día, casi al pie de la puerta, el humo de las herrerías del Villar. Por la noche, desde Miranda, yo me ponía a ver como se encendían las luces de Belvis en las altas y aparejadas torres, y en comparación con ellas, como posadas en el suelo, las luces del Villar: cuando corría viento de Meira, yo me tenía porque oía las batínadas del mazo de los herreros. Desde Miranda se ve todo el llano de Quintas hasta el Castro, y las eras de centeno darse en ondas, como el mar, al amor de la brisa, y el ir y venir de las mujeres a la fuente del Couso. Siempre me recordaré de la cerca de la era, de laurel romano, tan pajarero, en la que tantos nidos velé, y de la higuera ramona, tan viciosa, al pie de la casa, junto al pajar grande. Miranda era la fonda de don Merlín».

¡La fonda de don Merlín! Hasta allí me llevó Arantza para seguirle los pasos a Cunqueiro.

Día trigesimoquinto - cementerio de Mondoñedo - tumba de Cunqueiro

Tumba de Cunqueiro en el Cementerio Viejo de Mondoñedo, segundo nicho de abajo a la derecha.

Día trigesimoquinto - Mondoñedo

Arantza camino de la Fonda de don Merlín por la calle Cunqueiro de Mondoñedo.

Día trigesimoquinto - Mondoñedo - casa natal de Álvaro Cunqueiro

Casa natal de Álvaro Cunqueiro.

Día trigesimoquinto - Mondoñedo - Monumento a Álvaro Cunqueiro

Monumento en la plaza de Mondoñedo, en esta misma plaza probamos la tarta de Mondoñedo, bomba calórica escasamente poética, pero almendrada.

¿Cómo esperar que uno de los castellanos más emocionantes del siglo XX lo escribiera un poeta cuya lengua materna era el gallego? Pues supongo que como el francés de Beckett, de Cioran o de Agota Kristof, con trabajo y talento. Pero el esfuerzo que se advierte en los anteriores, yo no lo veo en Cunqueiro, en Cunqueiro todo es, aparentemente, facilidad, felicidad y buenos alimentos. Aunque también puede ser que mi francés es muy flojito.

«Sinbad mató el candil, se metió en el lecho, y buscó en las memorias suyas un viaje para adormecer con él, y gustaba de buscarlos muy largos y detallados y no sabía dejar cabo suelto desde que salía a la solana suya haciendo visera con la mano, por ver cómo se levantara el mar aquella mañana, y qué viento lo peinaba, y por veces tenía que pararse, que no situaba en el cuento unos compañeros o una despedida, o de qué parte ancoraría la nave, o un fardo estaba puesto en cubierta que no dejaba pasar cómodo a proa, y estaba media hora dándole vueltas a aquel tropiezo, y cuando lo burlaba, entonces la nave y el sueño suyo encontraban franca vía, y adormecía en un repente, quedado y roncador, y si soñaba, lo que no acostumbraba, le subían los sueños en palabras a los labios, a pasearse». En “Cuando el viejo Sinbad vuelva a las islas”.

O ya en “Un hombre que se parecía a Orestes”, premio Nadal del 68, «Yo nací —dijo el mendigo Tadeo— de un padre loco, al que le daba por salir a la calle a enseñar gimnasia helénica a los perros, y se hacía entender de ellos por voces extrañas y ladridos imitados, tal que los perros le seguían y los más terminaban dando las vueltas que él mandaba, y poniéndose en dos patas. Finalmente dijo que iba a lograr un perro volador, y eligió el foxterrier de la viuda de un solador de zuecos, a la cual prometía —estando los tres, padre, perro y viuda envueltos en una misma manta, que la viuda era muy friolera en sus septiembres— sacos de dinero si el perro volaba desde las más altas torres a su regazo, haciendo ochos en el aire. El foxterrier, que se llamaba Pepe, no pasó de la primera prueba, que era volar desde el campanario menor de la basílica a la plaza. Saltó y cayó como bola de plomo, destripándose. La viuda lloraba, pero los entendidos alabaron la voz de mando de mi padre, que obligó al foxterrier al salto. Mi padre era de la ciudad, pero mi madre vino de afuera, en un velero del lino, Te digo que era muy hermosa, con su pelo rubio y sus ojos azules, siempre sentada en el patio, los pies descalzos al sol, posados en flor de genciana. Nunca se supo el porqué de haberse quedado en tierra cuando zarpó el velero, pero la tomaba las más de las noches una pesadilla que la despertaba».

Día trigesimoquinto - Cunqueiro

Parte de la colección. Tema hay, recordaros que también tengo algunos en formato digital, por si os despierta el interés.

En RTVE hay un programa que merece la pena sobre Cunqueiro: https://www.rtve.es/alacarta/videos/imprescindibles/imprescindibles-alvaro-cunqueiro/3168106/.