Día séptimo: El Dios abandona a Antonio

El 21 de marzo comienzo a numerar los textos que envío por WhatsApp:

«Día 7 del apocalipsis: voy a volver a los clásicos, de los grandes poetas que cabalgan entre el siglo XIX y el XX, probablemente el más breve es Cavafis, unos 150 poemas. No os pongo la foto de la versión original porque no la encuentro, aunque llevo todo el día rebuscando por las estantería convencido de que anda por aquí, aunque quizás esté en el trastero 2, pero las traducciones que voy a usar son de este libro que tengo desde el 94 y que me costó 1 500 pelas, pero que no trae la versión original. Voy a poner 2 poemas para que vayáis calentando, uno El Dios abandona a Antonio porque era el que más le gustaba a Luis Cernuda (Cernuda queda para cuando la cuarentena avance) y el otro Esperando a los bárbaros porque es el que más me gusta a mí con permiso del mejor criterio de don Luis».

Al cabo de un rato me doy cuenta de que copiar es bastante pelma y me desdigo de mis intenciones:

«Creo que he exagerado y copiar dos poemas excede mi aliento divulgador, así que esperaremos a los bárbaros mañana. ¡A aplicarse amiguitos!».

Copio El Dios abandona a Antonio y añado la portada de la edición de Ramón Irigoyen de los poemas de Cavafis Poemas, editada por Seix Barral en 1994. La edición que tengo es la segunda de septiembre de ese mismo año, está comprada en la librería Documenta de Barcelona, desaparecida de su local de la calle del Cardenal Casanyes a finales de 2013 y reabierta en otro local que desconozco.

«Cuando de pronto, a medianoche, se oiga
un cortejo invisible que circula
con músicas excelsas, con clamores ─
de tu destino que se entrega, de tus obras
que fracasaron, de los proyectos de tu vida
que tan mal te salieron, no te lamentes en vano.
Como dispuesto desde ha tiempo, como un valiente,
dile adiós a ella, a la Alejandría que se va.
Y sobre todo no te engañes, no digas
que fue un sueño, que fue error de tu oído;
nunca aceptes tan vanas esperanzas.
Como dispuesto desde ha tiempo, como un valiente,
como te va a ti que de una ciudad tal has sido digno;
acércate con entereza a la ventana
y oye con emoción, pero no
con súplicas y quejas de cobarde,
como un último goce los acordes,
los excelsos instrumentos del misterioso cortejo
y dile adiós a ella, a la Alejandría que tú pierdes».

En un monográfico de 1999 de la revista Litoral dedicado a Cavafis aparece un texto breve de Luis Cernuda en el que dice «pero aquél sobre tema de Plutarco, donde Marco Antonio oye en la noche la música que acompaña al cortejo invisible de los dioses, que le abandonan, me parece una de las cosas más definitivamente hermosas de que tenga noticia en la poesía de este tiempo».