Día quincuagésimo: buscar refugio

Día 50 del Apocalipsis y de Santiago el Menor, me encanta este santo, es un poco como Edu viendo a Alberto cantar ─Mira hay está Santiago el Mayor con sus caminos y sus peregrinos─ diría, hasta su fiesta coincide con el otro apóstol, Felipe. El Menor puede haber sido hijo de Zebedeo o de Alfeo, o incluso hermano de Jesús, en todo caso creo que hubiera preferido llamarse algo como Kevin, Kent, o así. En Guatemala celebran hoy el Día del Albañil y en Honduras, que mala es la envidia, el Día del Arquitecto, cuarto domingo de Pascua.

«Sé de dónde venimos. Nuestro estado natural es la vida en una pequeña comunidad de varias docenas o, como mucho, centenares de individuos, bailando alrededor de un fuego de campamento, venerando árboles, rocas y ríos. De ahí venimos. Luego desarrollamos el lenguaje y la razón. Pero las investigaciones demuestran que lo hicimos simplemente para poder convencer a otros, para manipularlos. Hace unos 300 años en Occidente tuvo lugar un avance decisivo de la razón. Pero la Ilustración no sucedió porque los europeos fueran más listos que otros, sino porque había tabernas», dice Jonathan Haidt.

Lo neonormal es paleoretroceso ¡volvamos a los árboles! Si cierras las tabernas, cierras Occidente. ¡Para qué nos erguimos en las sabanas africanas! ¡para qué un pulgar oponible! O como dice Calvin, ni garras retráctiles, ni cola prensil, ni pulgares oponible en los pies, vaya mierda de especie.

«(…)
Si es o no invención moderna,
vive Dios que no lo sé,
pero delicada fue
la invención de la taberna.

Porque allí llego sediento,
pido vino de lo nuevo,
mídenlo, dánmelo, bebo,
págolo y voyme contento.
(…)».

Hoy me he enterado de que la Peña de Salamanca en Ramón y Cajal fue fábrica de cerveza y luego de gaseosas, todo degenera, no pienso pasar por allí no sea que la herriko, penúltimo escaño antes del Apocalipsis, se haya convertido en un restaurante vegano, el Apocalipsis. Nos confinan para que no veamos la perdida de la ciudad.

Hablan Marco Polo y Kublai Kan:

«Dice: —Todo es inútil si el último fondeadero no puede ser sino la entrada infernal, y allí en el fondo es donde, en una espiral cada vez más estrecha, nos sorbe la corriente.

Y Polo: —El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio».

Nos lo dijo Nicanor Parra, chileno, hermano de Violeta, en «la situación se torna delicada»:

«Basta mirar al sol
A través de un vidrio ahumado
Para ver que la cosa va mal;
¿O les parece que va bien?

Yo propongo volver
A los coches tirados por caballos
Al avión a vapor
A los televisores de piedra.

Los antiguos tenían razón:
Hay que volver a cocinar a leña».