Dos checas inquietantes se deslizan desde un pas a deux hacia un botellón estilizado, y la inquietud se desvela en un juego de inversión de papeles donde el inductor o el inducido sólo esperan que el otro se vaya a mear. La toma del poder se desvela como un teatro de la corrupción, un hombre es comprado. Las checas, una vez cumplido el ritual se toman una birra, esta vez una cerveza personal no una parada nupcial o una solución de estatus, mientras la luz decrece y el constante intercambio de roles al fin se apacigua sin ocultarnos las identidades. Uno de los actores apela al pueblo y el pueblo se bebe la cerveza y aplaude y ríe, maldita la gracia.
La dialéctica de la desmesura, cómo explicar el lento deslizamiento de la borrachera como un glaciar. Un regateo, asisto a un regateo, pero no sé qué regatean, quién compra o quién vende, ni que compran o venden. El lento transcurrir del río de hielo va dejando botellas, chapas (iturris), espuma, una morrena que el hombre no consigue limpiar. Las grandes cabezas amplifican los gestos, y el juego del cuerpo deviene guiñol. ¿Por qué no estalla la violencia? todo está pactado, ¿una delación, una confesión, la célebre carta? o es entonces una celebración que sale mal, y ni los bailes ni los recuerdos alivian.
Antiwords, Spitfire Company, sala Hiroshima (Barcelona), 3/12/2015.